Todos los días las personas aprenden y, aunque los años que dura la educación formal son aproximadamente los mismos desde que comenzó a existir, los conocimientos se han multiplicado a un ritmo cada vez más rápido.
La universidad enseñaba hace unas décadas, formando, por ejemplo, a un ingeniero con todo lo que necesitaba saber para ejercer su profesión. Actualmente solo se puede brindar una formación base en ciencias, fundamentos de aplicaciones tecnológicas, múltiples sesiones de ejercicios intelectuales, así como información de los temas que hay que conocer para responder a los retos que se presentan en una determinada especialización.
El entorno cambiante a máxima velocidad, requiere profesionales que sean innovadores, proactivos, autodidactas y resilientes ante el fracaso y los problemas del ambiente. Estas cualidades y habilidades se adquieren mediante la formación general y el ejemplo.
Y aunque en Occidente las personas se han enfocado en destacar individualmente, la realidad es que los humanos logran resolver problemas gracias a su capacidad de trabajar colectivamente.
Ciudades, religiones, escuelas y empresas son ejemplo de esta creación colectiva en donde un grupo de extraños puede cooperar mientras tenga en común algunas convicciones básicas.
Hoy en día, las empresas no solo usan el conocimiento de sus trabajadores para solucionar problemas, sino que principalmente se apoyan en sus aptitudes y actitudes para, en equipo, crear soluciones.
Por ello, la empresa es una pieza destacada del sistema educativo y a esta se debería confiar para completar la formación de un individuo. Como el taller del artesano medieval en el que los maestros y discípulos aprendían unos de otros al generar, incrementar, conservar y transmitir los conocimientos.
Se podría decir que este es probablemente el aspecto más importante de la responsabilidad social de la empresa: contribuir a completar la formación técnica de sus colaboradores y generar en ellos hábitos y actitudes adaptadas a las necesidades del presente y del futuro, en tanto guardan y gestionan el conocimiento generado.
Empresa educadora
El reto de la empresa de hoy es mantener la continuidad de la educación universitaria. Es decir, que sea capaz de contribuir a formar profesionales de excelencia que sean congruentes y comprendan el entorno, busquen seguir sus metas y sueños, además de buscar la mejora constante en su campo de interés laboral.
En la empresa es donde pueden aprender a competir de igual a igual con las grandes corporaciones, si comprenden el sentido de su trabajo, saben aprovechar oportunidades y están inspirados para dar lo mejor como profesionales.
La cultura organizacional, es decir, las creencias, valores y comportamientos en la empresa, son fundamentales para el éxito de la tarea. Depende mucho del tipo de dirección que tiene la organización.
Si los directivos están en busca de aprendizaje y mejora, identificando oportunidades, toda la empresa se moverá en ese ambiente de sana competencia. Así será posible conformar una empresa educadora que haga desaparecer las lagunas educativas del personal y forme elementos de valor.
Las demás instituciones de la comunidad tienen el desafío de asumir que las organizaciones basadas en el conocimiento pueden ser más que empleadoras y proveedoras de un servicio. Las universidades requieren estar dispuestas a complementar a las empresas en la docencia y en la investigación.
El Estado requiere apoyar en la resolución de los problemas que enfrentan las empresas educadoras, casi siempre las Pymes, y ofrecerles un marco que favorezca sus esfuerzos.
Responsabilidad hacia el exterior e interior de la empresa
Durante los últimos años, los grandes corporativos han implementado la idea de la responsabilidad hacia la sociedad y el medio ambiente. No se trata solamente de medidas correctivas, sino que se presenta como una nueva cultura donde la empresa acepta ser proactiva y educar a la comunidad, además de hacer conscientes a sus propios empleados.
Las empresas más antiguas y desarrolladas se presentan ahora como agentes sociales educadores, consolidando su reputación corporativa.
Como empresario, puedes considerar si tu compañía es una empresa educadora o es igual a la mayoría.
Es fundamental implementar ese papel de empresa educadora hacia la sociedad, mas principalmente hacia el interior de la organización. De esta forma es como será posible enfrentar los exigentes retos competitivos actuales.
Parecería que convertir a la empresa en una educadora no genera rentabilidad. Sin embargo, nada más equivocado.
Muchas veces, la empresa prepara a la gente para producir utilidades, no para que viva con calidad. No le ha dado cabida a la educación, sino a la capacitación.
La empresa contrata al trabajador por su fuerza de laborar, y deja al final el poder productivo de su espíritu. Al promover que el ser humano enriquezca económicamente a la empresa sin importar que se empobrezca su esencia individual, la sociedad resulta afectada en su desarrollo.
De esta forma, lo inalcanzable que se ha vuelto la felicidad humana, es en parte responsabilidad de un obsoleto modelo empresarial que ha dado poca importancia a la esencia humana.
Esta se cultiva a través de la educación, no de la capacitación. Educar dignifica a las personas, genera serenidad en ellas y armoniza al individuo en su interior, ya que permite que la persona aprenda a expresarse desde su interior, actuando por convicción y no por sumisión.
Tener acceso a la educación, le da a las personas el poder de sensibilizarse. Esta cualidad es la que genera mejores personas.
Un ejemplo de ello es el Hard Rock Cofee, un establecimiento para tomar café que se fundó hace unos 15 años y que hoy cuenta con más de 6 mil sitios en los Estados Unidos. Su propietario lo vendió y obtuvo excelentes utilidades.
Al hablar de la clave para desarrollar un lugar tan exitoso, la respuesta fue: “Me obsesioné porque cada empleado fuera feliz y lo expresara auténticamente con vigor y dinamismo frente al cliente”.
Se sabe que los empleados frustrados cometen más errores, manejan pésimas relaciones interpersonales, se distraen más, enferman más seguido y su aprendizaje de procesos es más lento, son cerrados mentalmente y tienen poca disposición al cambio. Por lo general tienden a la crítica nociva y tienen poca motivación por mejorar en su trabajo.
En pocas palabras, los empleados infelices causan pérdidas económicas reales.
La tendencia de las nuevas administraciones necesita seguir encaminándose a generar confianza, credibilidad, respeto, creatividad; empleados proactivos, con pensamiento crítico, capaces de tomar responsabilidad de sus decisiones.
Al mejorar la vida de los trabajadores, la rentabilidad llegará por sí sola.
Es seguro que la capacitación es necesaria. Sin embargo, por sí misma parece incompleta, ya que en una persona educada, se dan mejores resultados en una capacitación.
Mientras que la capacitación proporciona conocimientos elaborados, la educación es un ejercicio de aprendizaje fundamentado en el descubrimiento personal y libera la creatividad.
La capacitación es una herramienta para enriquecer el intelecto, en tanto que la educación es esencial para enriquecer el espíritu y despertar la consciencia.
Como resultado, la educación perdura porque transforma la vida de las personas que buscan dar lo mejor de sí mismas.
Una empresa que parte de la educación como el más estratégico de los elementos empresariales, podrá generar una organización más rica en oportunidades de crecimiento personal y comunitario.